No habrá carta de despedida, ni palabras que busquen anudar sentimientos y sensaciones a estos quince años. No escribiré un adiós, ni pondré palabras a este tiempo. Me iré a la francesa, sin hacer ruido, simplemente poniendo un pie tras otro sin mirar atrás, para no convertirme en una estatua de sal. Atrás quedan madrugones, anécdotas, retos, horas y compañeros de trabajo. Experiencias de vida, y algunos amigos.
Hasta los cardos, acaban mostrando sus preciosas flores… aunque uno ya no esté ahí para verlas... Sorry! ¡mi brújula ya marca otra dirección!