30.11.06

Vendrán

Hay días en los que una se siente vieja aunque apenas si haya rozado la treintena, en los que el frío del invierno se cuela entre los ojales y la piel se encoge buscando el calor del paño del abrigo.

El brillo de los rayos de sol se torna opaco en los cielos grises que se suceden como ecos otoñales del estribillo de la canción de verano. Todo parece ralentizado. Incluso las hojas parecen suspendidas en el aire unos segundos antes de continuar su viaje desde las ramas al suelo. El viento y la lluvia han borrado de nuestra memoria los recuerdos vibrantes del estío. Parece que todo ocurrió ayer y, sin embargo, hemos recorrido gran parte de ese camino que nos aleja de esos instantes de rocío y hierbabuena.

Subimos las solapas de la cazadora. La bufanda es ese abrazo cálido e incondicional donde refugiarnos; los guantes, las manos que asían las nuestras y tiran de nosotros hacia delante.

Hay amaneceres en los que la apatía decolora el futuro, los paisajes, el día a día. Uno descubre que en lugar de caminar, arrastra los pies y, por más que rebusque en los bolsillos, las ilusiones parecen haberse caído por algún descosido. Uno vuelve a colocarse el abrigo sobre los hombros, se ajusta el cinturón y piensa: “otros días vendrán” mientras esboza una tímida sonrisa…

28.11.06

Tout passe

Nunca he sentido como ahora la celeridad con la que pasa el tiempo, la necesidad casi obsesiva de atrapar instantes, sensaciones e imágenes como si fuesen eternos. Congelar esas gotas de tiempo, y revivirlas a cámara lenta.

En medio de un bosque de árboles de hoja caduca, en las noches de frío y viento, uno busca entre el laberinto de sombras, un lugar donde refugiarse y descansar, donde volver a rememorar pasadas primaveras mientras uno recobra las fuerzas y el entusiasmo para seguir. Dicen que quien se cobija de la lluvia bajo un árbol, acaba mojado dos veces, pero quizá es necesario bajar del escenario, y mirar desde las butacas la función.

En la vida “tout passe, tout casse… et tout se remplace (*)“ recuerdan a menudo los franceses. Tres escalones que debemos subir para continuar el camino… C’est la vie
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(*) Todo pasa, todo se rompe.. y todo se reemplaza

24.11.06

Reloj sin arena

Tengo miedo. Me angustia ver como pasa el tiempo y sentir que hoy ha sido igual a ayer y que mañana será una copia de baja calidad del ahora. Es otoño en los parques. Los maniquíes de los escaparates parecen sentir el frío del invierno. Yo no sabría decir ni a cuántos estamos. Parece como si mi reloj se hubiese parado en un tiempo atrás y, desde entonces, parece funcionar a trompicones.
Tengo temor a encontrarme un día cara a cara con la que fui, y no saber qué responderle cuando me pregunte qué hice con mi vida, con mis sueños, con mi tiempo…

Me pesan los pasos que he dado y los que no dí, las huellas que he ido dejando en ese camino sin retorno, la soledad que a veces se confunde con la sombra que me acompaña incluso en los días grises.

Dicen que vivir es cambiar, que las estaciones nos lo muestran una y otra vez, año tras año. Uno reflexiona. Sabe que no se puede ni se debe detener el viento con las manos, que la belleza y el valor de algunas cosas sólo existen en la libertad…

19.11.06

Sueño

Nunca recuerdo mis sueños. Mis despertares no vienen acompañados de esas aventuras en las que he estado inmersa durante la noche. Al traspasar ese umbral donde el inconsciente reina, se borran esos viajes a camino entre la realidad y la fantasía. Si existieron o no esas andanzas es un misterio.

Hoy al despertar, en los bolsillos de la memoria, venía escrita una historia. Describía una situación curiosa: un octavo piso, un ventanal que da a una calle sin salida, un edificio cercano y varios adolescentes que se dedican a hacer extrañas piruetas desafiando la gravedad. Saltan por las ventanas a la calle, a veces con un monopatín. Uno tras otro, sin que nadie salga lesionado a pesar de tal altura. Tengo una visita muy especial: mi primo favorito. Estamos hablando y de pronto, Él abre la ventana y salta. No nos asomamos, intuimos el resultado. Ya en la calle, vemos una ambulancia y un cuerpo tapado con una tela blanca ensangrentada. No hay nerviosismo ni lágrimas. Se respira un ambiente tranquilo, sereno…

17.11.06

Relativo

Me gusta mirar atrás con los ojos abiertos para distinguir los juegos de las sombras en la realidad. Repasar los recuerdos y discernir la auténtica forma de las cosas dentro del contexto de las circunstancias.
Nos obsesionamos con ponerle nombre a todo, como si no tenerlo significase no existir. Y sin embargo, la mayoría de lo que es nuestro día a día, no tiene significado por ello mismo, sino que es el resultado de una comparación. ¿Qué es el calor? ¿Cinco grados es frío? ¿120 centímetros es mucho?

Casi todo es relativo. El pasado son las sombras con las que damos profundidad al presente. Olvidar el trayecto que nos trajo aquí, es acercar el zoom hasta centrarlo en un punto diminuto en el cuadro. Algunas cosas sólo tienen sentido o valor dentro de un contexto. Si las sacamos de ahí pierden gran parte de su importancia.

Es interesante girar la cabeza y observar el camino recorrido para evaluar a donde hemos llegado. Hoy sólo es el punto de llegada de entonces, el punto de partida de mañana…

16.11.06

Sr. Andrés

Se ha ido en un día teñido de niebla en un atípico mes de noviembre. Ha escrito su despedida en el lienzo blanco con el que ha amanecido el pueblo. Su voz era el eco que repetía en forma de poesía, los últimos cien años de la historia de esa tierra bañada en vino blanco. Su alma ha abandonado ese cuerpo que tenía anotada una fecha de caducidad. El cuerpo es una cárcel donde los sentimientos viven. Sus ilusiones sabían cigarrillos recién liados, su esperanza tenía aroma a tabaco.

Con su muerte, sus paisanos se han quedado huérfanos. Se ha llevado, aun sin saberlo, un torrente de experiencias únicas e intransferibles que sólo Él podía sacar a la luz. Cada uno llevamos en nuestro interior una historia que, como las huellas dactilares, es absolutamente singular. El señor Andrés supo traducir ese libro, lo convirtió en poesía.

Se ha ido y, como dice Esther, con El se va irremediablemente una parte de la historia que El sólo conocía y que Él solo sabía contar…
¡Lástima no haberle conocido!

14.11.06

Nada

Había olvidado cómo eran esos amaneceres teñidos de niebla. El paisaje es un lienzo en blanco esperando el regreso de esos colores que emigraron.
Todo parece nada. Siluetas y caminos que se esconden; sombras que desaparecen en el transcurso de un pestañeo, de una mirada. Una fina capa de pintura blanca es la catarata en nuestros ojos. La miopía desaparece, sólo existe lo más cercano. El resto es ausencia.
Caminar es perderse en un laberinto, colocar un pie delante de otro como si fuésemos un funambulista en lo alto de la carpa, sentir como la ceguera se apodera de nuestras retinas, olvidar el miedo y el vértigo. La existencia se esconde tras esa cortina opaca. Como si fuese un truco de magia, todo se convierte en nada…

10.11.06

Hadas

Es inevitable. Cuando me cruzo con cualquiera de ellos, no puedo evitar mirarles y sonreírles. Ellos siempre te devuelven una sonrisa. Me podría perder, y no regresar jamás, en esas miradas curiosas, hambrientas de conocer. Me sorprende su capacidad de pasar de las lágrimas a las carcajadas en milésimas de segundos.

Dicen que son quitapenas, que a su lado uno olvida la vergüenza, los dolores y hasta un mal día.

Ayer descubrí entre las estanterías de la biblioteca, uno de ellos. Era un hada. Apenas si tendría un par de añitos. Sus piernas, enfundadas en unos leotardos rositas, colgaban en ese bordillo de la ventana que hace sus funciones de silla improvisada. Su cara se escondía entre las páginas de un cuento. Parecía comérselo con los ojos de tan cerca que lo tenía. Permanecí mirando esa estampa tan tierna hasta que ella levantó su mirada de los dibujos y pasando una hoja, me dijo: Estoy leyendo. En ese instante caí rendida a sus pies…

9.11.06

Lloviznas

Supe que aquel instante era único e irrepetible, incluso cuando lo estaba viviendo. La percepción de las cosas cambia cuando anulamos algunos sentidos, cuando eliminamos algunas impurezas y nos concentramos en sólo eso que parece cobrar más importancia.

Recuerdo ese instante mudo, como si el ruido del tráfico se hubiese evaporado; inoloro a pesar de estar en mitad de un jardín en otoño. Sólo los pensamientos y el paisaje parecen significativos. La lluvia era un chirimiri que refrescaba la piel, que le envolvía como si fuese un manto. Desde ese puente de hierro, las luces de la ciudad se reflejaban en el agua formando siluetas que se desplazaban en esa oscuridad que acompañaba al río. El paseo era un desierto. La soledad era la única compañera de trayecto.

A veces ser y estar es el mismo verbo. Uno admite que ha dejado de pensar, porque hacerlo le hace daño. Prefiere mirar desde detrás del cristal de la ventana. Allí las cosas se viven en tercera persona en lugar de primera. No hay ningún paraguas ni ninguna armadura que nos aísle de la llovizna de nuestras reflexiones. Por mucho que corramos, uno no puede escapar de uno mismo. Las preguntas siempre están ahí, aunque a veces les hagamos oídos sordos.

7.11.06

Recortes

En algún olvidado rincón de esa estantería se han ido apilando apuntes y largas tiras de papel continuo está una vieja carpetilla. Guarda recortes de periódicos y revistas, donde aparecen pensamientos, poemas o textos que un día atraparon mi atención o mi curiosidad. Son piezas de un puzzle que nunca se acabará de construir. Perdimos en el camino alguna de ellas.

Atrás quedan los pasos perdidos por los pasillos de la universidad, las miradas esperanzadoras a las listas de resultados, el agobio de las épocas de exámenes, los amigos que un día tejimos entre clases. En ese punto del camino se ancharon las horas de cafetería y biblioteca, las jornadas maratonianas de la entrega de prácticas y ese periódico universitario donde algunos escribían sus mensajes.

El otoño llego a nuestras vidas. Los recuerdos son hojas con las que juega el viento. El punto final fue el inicio de nuestra andadura en solitario. Todo es efímero. Aquel tiempo también. Y sin embargo, aún hay días en los que la era digital llama a nuestra puerta. Nos deja asomarnos a ese periódico universitario, como entonces. Ya no nos sentimos identificados. Somos extraños, curiosos que buscan en la sección de mensajes alguno que les lleve a un tiempo conjugado en pasado. Fuimos cobardes, pobres hasta para pedir o soñar. Hoy leo que Gargole busca a alguien para escribir un cuento. Alguien real,- dice, aunque habla de cenicientas que se convierten en princesas, príncipes y mendigos y, esos sólo existen entre la fantasía y la realidad de algunos cuentos…

3.11.06

Al borde del acantilado

Envidio a los locos. Esos seres capaces de vivir al borde de los acantilados sin sentir miedo. Residen en un país donde los sueños extraños se mezclan con la irrealidad más inverosímil y, las leyes que gobiernan el pensamiento han sido abolidas.

Ellos no entienden de lógica ni razonamientos. En su mundo todo es posible, lo fantástico se hace constante y las normas son muros que fueron derribados. Todo ocurre o es factible que así ocurra. Su imaginación es un pájaro que vuela en libertad. La gravedad o lógica desapareció de su mente. Les basta cerrar sus ojos, para que esa voluntad ilusoria les permita viajar hasta el último rincón de la fantasía, para ser príncipes, dioses o emperadores, para poseer todas las riquezas del mundo o saborear el manjar más exquisito, para ser jóvenes, bellos y siempre amados. Son felices, o pueden serlo porque la felicidad está al alcance de su mano. Se vende en las tiendas de todo a 100. Para ellos no existe la realidad, esa camisa de fuerza que en la que estamos atrapados.

Me atrae su espíritu vagabundo, su deambular desorientado con las manos en los bolsillos y, la mirada perdida en algún punto de ese horizonte que bien podría ser un volcán en cuyo interior borbotea un torrente desconocido, que no sabe ni de dónde viene, ni a dónde va.

De nada sirve llamar a la puerta de su universo, observar el origen y el destino de algo que no existe a la luz de la realidad. Son ideas extrañas. Sólo existen en la nube infranqueable de la demencia, allí donde nada está encadenado por la razón.