Somos una generación que hemos crecido sin arraigo a la tierra. Ciudadanos del mundo, dicen algunos, mercenarios de las oportunidades viajamos ligeros de equipaje. Hemos cortado el cordón umbilical que nos une a los lugares desde los que partimos, o quizá nunca hemos pasado suficiente tiempo en ningún lugar para sentir que hemos enraizado. Somos buscadores de paraísos perdidos. Nuestros padres abandonaron su casa en busca de una oportunidad. Nosotros no hemos querido encontrar el camino de regreso.
Volvemos, pero nunca compramos un billete de sólo ida. Y en ese regreso que apenas dura unos días, esperamos que se haya establecido un pacto, que el tiempo no haya desgastado nuestros recuerdos, que podamos retomar la vida, en el instante siguiente al que nos fuimos la anterior vez. Pero las estaciones se suceden aunque no haya nadie quien las mire o las viva… y uno envejece más deprisa, cuando no tiene a nadie que le contagie vida…