18.9.22

VI

“Te echo de menos”

No eran para mí, aunque me hubiese encantado ser su destinatario. Sentir que era algo para alguien, que alguien en algún lugar seguía pensando en mí y lo hacía con cariño. En este mundo en el que la indiferencia es una pandemia que nos acabara engullendo, esas cuatro palabras  de un remitente desconocido eran un bálsamo para mis heridas, una caricia  en una piel sedienta de contacto.   Eran el soplo de primavera, el brote verde del viejo olmo herido por el olvido, que soñaba con seguir latiendo…


17.8.22

V

 

Aquellos mensajes eran botellas  que el mar arrojaba a mis  pies erróneamente.  No pedían auxilio, al menos explícitamente;  pero me imaginé tantas situaciones detrás de  ellos,  que cada vez entendía menos   el comportamiento de quien los enviaba ni de quien los  recibía…

Por qué seguimos recordando viejas canciones que nos llevan a momentos  únicos, pero no por ello felices, por qué nos seguimos fustigando con las dudas cuando podríamos   intentar aclararlas  si las expresásemos en voz alta,  por qué preferimos seguir  mirando hacia otro lado, como si no fuesen con nosotros las cosas en lugar de dar un paso al frente…

Por qué …

Por qué …

 

Por qué cuando pasaban semanas en silencio, me preguntaba si se habría cansado  ya, si estaría bien, …  La vida era eso, esperar el siguiente mensaje

27.6.22

IV.

 

¿A quién iban dirigidos aquellos mensajes? ¿Quién seguía pensando en  “mi” en cada atardecer, en cada  arcoíris,  en tantos detalles sencillos del día a día? ¿Quién era “yo”?

Lo admito, hubo momentos en los que  sentí miedo, en  los que pensé en bloquear su número,  pero también los hubo en los que me pregunté de quien había sido anteriormente mi número de teléfono, qué le había pasado, qué tipo de  relación “nos” unía, y hasta cuándo iba a seguir compartiendo  momentos “conmigo” aunque  sólo  recibiese silencio por mi lado. 

Con cada mensaje  volvía a poner  preguntas sobre la mesa, y a hacerme sentir un obstáculo en esa comunicación  unidireccional.  Me preguntaba hasta cuándo iban a seguir llegando mensajes, pero sobre todo, por qué no era capaz de contestar  un escueto “ te has confundido”, o algo como  “Este número me lo acaban de asignar y desconozco quien eres”

5.5.22

III

Y siguieron llegando mensajes y fotos, compartiendo atardecer  y arcoíris, besos y abrazos envueltos en mantitas de colores…

Y   tras cada foto, emoticono o palabra, siempre la misma pregunta.. ¿A quién iban dirigidos? ¿Quién se estaba perdiendo esas caricias?

3.2.22

Empezar de nuevo

 

Después de tantos días grises, de  caminar en el alambre a varios metros  sobre el suelo sin red, de sentir el miedo en cada paso que das, uno se envalentona y da un pequeño paso al frente. Tan minúsculo como significativo.  Es una promesa a uno mismo, un carpetazo a un tiempo pasado, una tirita sobre esa herida hurgada en demasiadas ocasiones. Es poner el punto final a un prólogo demasiado largo, para empezar a escribir el primer capítulo.

No hay un botón de reset, aunque a menudo nos hubiese gustado. Tampoco un control-z, ni siquiera un control-c o un restaurar ajustes de fábrica.

Pero en esta sociedad  actual, uno puede nacer virtualmente tantas veces como quiera, vestirse de domingo aunque sea lunes, y ser el más alto, rubio y con ojos claros de todo el barrio, con tan sólo desearlo.  

Empecemos...