24.10.06

Noches de lluvia

Otro amanecer sin ti. La alarma del despertador pone fin a otra eterna noche, como aquellas en las que te quedabas absorto mirando por la ventana. Entonces, la lluvia caía melancólicamente y tú permanecías despierto durante horas escuchando esa sinfonía que interpretaban las gotas al caer. Siempre hablabas de la magia que se respiraba en el aire en esos instantes, de las caricias heladas que erizaban la piel y de esa nostalgia con la que vestías tu mirada. Parecías hipnotizado frente a los cristales, como si quisieses descubrir ese jeroglífico que se dibujaba en ellos. Ni siquiera notabas mi presencia cuando me abrazada a tu cintura. Cuántas veces me he preguntado dónde estaría tu mente en esos momentos, en que planeta estarías paseando, en qué tiempo conjugarías las cosas.

La lluvia sigue despertándome en esas madrugadas. Las sabanas frías y ese lado desierto de la cama me empujan a salir a buscarte frente a balcón. Cuando llego allí y descubro esa habitación vacía, siento como el mundo cae sobre mi cabeza. Recuerdo que te has ido. En una noche de esas que tanto te gustaban. Me abrazo frente a ese acantilado metafórico para consolarme e infundirme valor mientras busco, entre las gotas de agua, una que tenga algún mensaje tuyo para mi.

20.10.06

Zapatos olvidados

Dicen que todos llevamos en nuestro interior un narrador y una historia que contar pero que no todos somos capaces de hacerlo. El modo y el cuándo depende de cada uno de nosotros y de nuestras habilidades. Es como si nos hubiesen abandonado en medio de un laberinto sin instrucciones y tuviésemos que hallar la salida. Encontrar esa herramienta en la que expresarnos es el primer peldaño de esa escalera. No es fácil hallar ese utensilio con el que crear y percibir espacios. Recuerdo que de niña, dibujar era mi manera de enseñar mi mundo y, sin embargo, con el paso de los años mi torpeza con los lápices de colores ha ido en tal aumento que hoy me siento incapaz de hacerlo. Quizá no haya nada que contar a través de esa paleta de colores, y el lienzo deba continuar esperando otra mejor ocasión o, tal vez no haya historia que contar.

La imaginación es una trabajadora infatigable. La realidad también, pero quizá, el subconsciente sea el ausente más presente en esas historias que se tejen. Siempre he creído que es el guionista de nuestros sueños, el que mueve desde la lejanía los hilos de nuestro comportamiento.

Todos tenemos algo que narrar o, acaso, sea más adecuado pensar que hay una historia con miles de ellas entremezcladas esperando el momento adecuado para salir a la superficie. Volcanes dormidos esperando entrar en erupción, silencios que aguardan ser liberados de su secuestro.

Lanzo de nuevo mi caña a ese lago donde los peces son relatos de viajes reales e imaginarios que anhelan ser contados. El anzuelo se hunde, el sedal se tensa… Tal vez al otro extremo del hilo, esté mi historia o, posiblemente de nuevo, un viejo zapato olvidado…

18.10.06

Juguetes rotos

Siempre supe que llegaría ese día en el que uno tiene que desnudarse y mostrar a la luz lo que la deslumbrante novedad ha dejado ensombrecido. En ese instante no se priva uno de ser, sino todo lo contrario: uno es un yo más intenso. Hay un momento en el que uno deja de meter tripa, de decir lo que los demás quieren oír. Entonces, el actor que todos llevamos dentro, abandona el escenario y olvida su papel. El cuándo ocurre esa metamorfosis depende de cada uno y de sus circunstancias. Uno muda la piel, evoluciona, se adapta…

Siento fascinación por las noches de lluvia, por la figura de una actriz que sale por la puerta de atrás del teatro tras la función. Despacio, ella se sube el cuello al abrigo, se coloca el bolso y abre ese paraguas que detiene el tiempo y enciende la mecha de las reflexiones. Es mi manera de representar visualmente el regreso metafórico a la esencia de las cosas, una manera de eliminar lo superfluo, y disfrutar ese periodo en el que uno va descubriendo, capa a capa como si se tratase de una cebolla, ese mundo que nos rodea.

La vida nos coloca en alguna etapa en un pedestal. Después comenzamos a bajar escalones, y el héroe que un día fuimos se difumina. Pasamos de ser el último grito, a ser juguetes rotos a los que se abandona. Sin corsé, dejamos de ajustarnos al molde que nos asignaron inicialmente. Nos marchitamos o, quizá, sea más justo pensar que la efímera belleza de las flores, deja al descubierto un fruto no siempre apto para todos los paladares…

14.10.06

Si te vienes

Si te vienes conmigo te enseñaré palmo a palmo la tierra que me vio nacer. Te llevaré allí donde el Duero derrama sus primeras lágrimas, en las faldas del Urbión. Le acompañaremos en sus primeros pasos por los verdes pinares y nos bañaremos en las charcas bajo las cascadas que forma en su camino. Seguiremos a su vera escuchando sus versos de agua, como si nos hubiese hipnotizado.

Subiremos al Mirón para ver como abraza a la ciudad a modo de despedida, antes de continuar su camino hacia el mar. Pasearemos por esos rincones que inspiraron a Gerardo Diego, Machado y Bécquer. Escribiremos nuestros nombres en el tronco de algun arbol del paseo de los chopos.

Nos subiremos a lomos de un caballo para seguir al Cid en su destierro. Descansaremos en cada pueblo que encontremos en nuestro camino, buscaremos ese puente de 12 ojos por el que pasa el río, y le acompañaremos en su discurrir.

Beberemos ese néctar de los dioses que algunos llaman vino, de la ribera del Duero soriana. Visitaremos castillos de moros y cristianos, uniremos con nuestra mirada las atalayas. Cerraremos los ojos para imaginar aquellas batallas que enfrentaron a moros y cristianos. Grabaremos en nuestras retinas inmensas llanuras de trigo, pequeños pueblos, eternos silencios que sólo algunas aves rapiñas rompen.

Si te vienes conmigo te enseñaré como el niño Duero nace y crece cada día, como sus aguas son el espejo donde mirarse, y te embrujan para volver

9.10.06

Ojos de miel

Me hipnotizó su penetrante mirada de miel. Sus ojos fueron el abismo donde caí, arrastrando miedos y prejuicios. Olvidé que son ángeles de la muerte, que siempre han vivido rodeados de esa dualidad que lo impregna todo. Representan conceptos opuestos, dos caras de una misma moneda que se lanza al aire: volar, extender las alas, sentir la libertad.

Conjugué los verbos en condicional. Pensé que todo es posible, que sólo es necesario dar un paso al frente o levantar la mano. La vida coqueteaba conmigo, me retaba a vivir lanzándome aquel guante.

Uno es a través de sus actos. Fui valiente. Estaba ahí al alcance de mi mano y de mis sueños. Sólo era necesario extender mi brazo, y decir: ven.

Se acomodó sus ropajes, me miró fijamente a los ojos y cruzó el cielo hasta posarse...

En mi mano tenía una de esas siniestras deidades que cortaban el hilo del destino según los griegos y, sin embargo, sentí que Duque, el dios de la noche, había comenzado a escribir el mío..

4.10.06

Cambio de rasante

La vida se nos escapa de las manos como el agua de un manantial. Somos figuras de barro a la intemperie, azotadas por el viento y la lluvia. Hojas de árboles caducos.

Miramos hacia el futuro como si nunca se nos fuese a escapar, como si el camino nunca tuviese final, pero la carretera está cortada en algún punto. Quizá en la siguiente curva o en el próximo cambio de rasante. Conducimos tan rápido nuestro día a día que a menudo dejamos de mirar el paisaje. Nos saltamos semáforos en ámbar y rojo. “De algo hay que morir“ repetimos justificando nuestras imprudencias. Sólo vemos las señales de precaución cuando es demasiado tarde. Después llegaran los “te lo dije” acompañados con lágrimas y lamentos.


El presente es un instante que no existe más que un momento, una gota de lluvia que resbala por nuestra piel, y se precipita al suelo…

3.10.06

Si por...

Si por un momento dos miradas se cruzasen, tal vez unos ojos recuperarían el brillo perdido y una sonrisa tímida arquearía esos labios endurecidos por la rutina. Quizá un saludo inundase el silencio y abrigase más que una chimenea en un hogar vacío. Los pasos se tornarían más lentos pero el corazón iría más aprisa. Tal vez por un instante se pudiese comprar la eternidad. El mundo se reduciría a ese espacio que separa dos motas de polvo suspendidas en el aire.

Si por un momento uno fuese capaz de asomarse a la mirada del otro, y tintarla con ilusión. Tal vez encontraría ese pozo de deseos donde arrojar una moneda, ese laberinto donde perderse sin miedo a no regresar.

Si por un momento unos ojos se reflejasen en otros y encontrasen entre esas pestañas un lugar donde refugiarse, un paraíso donde vivir…