Otro amanecer sin ti. La alarma del despertador pone fin a otra eterna noche, como aquellas en las que te quedabas absorto mirando por la ventana. Entonces, la lluvia caía melancólicamente y tú permanecías despierto durante horas escuchando esa sinfonía que interpretaban las gotas al caer. Siempre hablabas de la magia que se respiraba en el aire en esos instantes, de las caricias heladas que erizaban la piel y de esa nostalgia con la que vestías tu mirada. Parecías hipnotizado frente a los cristales, como si quisieses descubrir ese jeroglífico que se dibujaba en ellos. Ni siquiera notabas mi presencia cuando me abrazada a tu cintura. Cuántas veces me he preguntado dónde estaría tu mente en esos momentos, en que planeta estarías paseando, en qué tiempo conjugarías las cosas.
La lluvia sigue despertándome en esas madrugadas. Las sabanas frías y ese lado desierto de la cama me empujan a salir a buscarte frente a balcón. Cuando llego allí y descubro esa habitación vacía, siento como el mundo cae sobre mi cabeza. Recuerdo que te has ido. En una noche de esas que tanto te gustaban. Me abrazo frente a ese acantilado metafórico para consolarme e infundirme valor mientras busco, entre las gotas de agua, una que tenga algún mensaje tuyo para mi.
La lluvia sigue despertándome en esas madrugadas. Las sabanas frías y ese lado desierto de la cama me empujan a salir a buscarte frente a balcón. Cuando llego allí y descubro esa habitación vacía, siento como el mundo cae sobre mi cabeza. Recuerdo que te has ido. En una noche de esas que tanto te gustaban. Me abrazo frente a ese acantilado metafórico para consolarme e infundirme valor mientras busco, entre las gotas de agua, una que tenga algún mensaje tuyo para mi.