Cierra los ojos y pide un deseo.... Probablemente formes parte de ese grupo de personas que buscan la felicidad por encima de otra cosa, como pensaba Aristóteles.
Todos somos buscadores de pepitas de ese oro llamado felicidad en un río de aguas turbias. Soñamos con encontrar ese tesoro y asirlo lo más fuertemente posible para que no se nos escape. Y sin embargo, esa palabra mágica es como un ave migratoria. Desaparece de nuestras manos de la misma manera que un día llegó. Nos deja huérfanos, y desorientados buscando nuestra definición. Repasamos recuerdos y fotografías, buscando ese algo común que nos permita abstraer la esencia de eso que cada uno llama felicidad. Hablamos con nuestra conciencia, y nos planteamos cuándo fue la última vez que encontramos una de esas pepitas de oro, qué nos falta hoy, ahora para disponer de una de ellas en nuestras manos.
Siempre me llamaron la atención los reencuentros, los diálogos que se establecen mientras las mejillas se rozan y las manos se estrechan. El qué tal estas o el cómo te va la vida, se mezclan con el qué guapa o el no has cambiado nada… Palabras, y más palabras que se quedan en la epidermis o flotando en el aire.
Con los años, uno vuelve a recobrar aquel atrevimiento infantil, y en las distancias cortas que da la confianza y, sobretodo, el afecto sincero, a veces uno se atreve a preguntar: ¿eres feliz? ¿Qué es para ti la felicidad? Hoy volví a plantear esa pregunta mientras entre mis manos acariciaba una de esas piedrecillas doradas..
Todos somos buscadores de pepitas de ese oro llamado felicidad en un río de aguas turbias. Soñamos con encontrar ese tesoro y asirlo lo más fuertemente posible para que no se nos escape. Y sin embargo, esa palabra mágica es como un ave migratoria. Desaparece de nuestras manos de la misma manera que un día llegó. Nos deja huérfanos, y desorientados buscando nuestra definición. Repasamos recuerdos y fotografías, buscando ese algo común que nos permita abstraer la esencia de eso que cada uno llama felicidad. Hablamos con nuestra conciencia, y nos planteamos cuándo fue la última vez que encontramos una de esas pepitas de oro, qué nos falta hoy, ahora para disponer de una de ellas en nuestras manos.
Siempre me llamaron la atención los reencuentros, los diálogos que se establecen mientras las mejillas se rozan y las manos se estrechan. El qué tal estas o el cómo te va la vida, se mezclan con el qué guapa o el no has cambiado nada… Palabras, y más palabras que se quedan en la epidermis o flotando en el aire.
Con los años, uno vuelve a recobrar aquel atrevimiento infantil, y en las distancias cortas que da la confianza y, sobretodo, el afecto sincero, a veces uno se atreve a preguntar: ¿eres feliz? ¿Qué es para ti la felicidad? Hoy volví a plantear esa pregunta mientras entre mis manos acariciaba una de esas piedrecillas doradas..