Nunca he guardado silencios y es como si los custodiase. Mi alma es como un pastor que conociese el valor de las palabras y del calor de los rayos de sol en invierno. Tiene la piel curtida por el viento y la mirada pausada. Sus sueños se escriben en la superficie del agua, en la arena de la playa, con palabras de viento. Sus pensamientos se olvidan, sus realidades se colorean y domestican como aquel elefante que se ata a un poste para que no escape.
El subconsciente guía esa manada de reflexiones y pensamientos. Los ordenas, los viste y maquilla. Desde la sombra, los conduce por caminos de incomprensión y escepticismo, los sube por montañas de dolor y decepciones, y los deja descansar en las praderas de la esperanza.
Nunca he guardado silencios y, sin embargo, entre ellos crezco. Si los escuchas, los oyes. Son grandes maestros.