28.2.06

Admiramos

Nacemos y empezamos a perseguir héroes. Aquellas inocentes miradas buscaban alguien a quien admirar y colocar en un pedestal; alguien que fuese invencible y les respondiese a los cientos de preguntas que se agolpaban en su curiosa cabeza. Necesitábamos un modelo en el cual nos pudiésemos ver reflejados pasado el tiempo. Nuestros héroes fueron cambiando según fuimos creciendo. Fueron muñecos de nieve que se deshicieron con los primeros rayos de sol. Bajaron del podio en el que les habíamos puesto, y empezamos a mirarlos de frente.

Aprendimos que sus palabras no son leyes, y que su opinión era tan válida como la nuestra. Dejaron de ser invencibles y descubrimos que cometían errores. Vimos lágrimas de dolor recorriendo sus mejillas y, otras veces, el brillo de la felicidad en sus ojos. La primavera de nuestra adolescencia les mostró más humanos.

La historia pareció rescribirse y dejamos que el caballero que tantas veces nos rescató se apease de su caballo y se quitase esa armadura que sólo existió en nuestra imaginación.

Hemos crecido, pero seguimos admirando a seres y cosas que tienen algo que les hace brillar con luz propia. A veces ni siquiera encontramos esas palabras que definan las extraordinarias sensaciones que nos producen. La naturaleza nos sorprende cada instante. Las personas también. Pero sorprender no siempre es admirar.

Algunos admiramos la sencillez de las cosas. A los a los que luchan y persiguen sus sueños. A aquellos que aman su historia y sus orígenes. A los que pintan con las manos y las palabras. A los que nos enseñan cuando hablan o cuando nos acompañan en silencio. A los que se dejan seducir por la vida...

26.2.06

Nos aburrimos

Nacemos y empezamos a aburrirnos. Cuando mirábamos las cosas desde abajo, veíamos paraísos perdidos y mundos esperando alguien dispuesto a explorarlos. No teníamos miedo y en nuestras manos el tiempo era una eternidad. Todo era diferente. Teñido de colores brillantes y sonidos que deleitaban nuestros oídos.

Después crecimos. Empezamos a ver como la rutina borraba los tonos alegres que un día pintaron nuestros días. Nuestras miradas dejaron de sorprenderse y el aburrimiento era el aroma que perfumaba nuestra piel.

Un día descubrimos que estabamos cansados de arrastrar los pies por la vida, de buscar ese detalle que hiciera diferente el hoy del ayer, de sentir el agobio en nuestro cuerpo, y la tristeza tatuada en nuestra mirada. Estabamos hastiados de escuchar las mismas justificaciones, aquellos discursos políticamente correctos pero en el fondo vacíos...

Alguien nos prometió que un día seríamos felices, que encontraríamos nuestra media naranja, nuestro trabajo ideal,... y nos hemos pasado media vida esperando que llegue ese instante que ni siquiera sabemos si ha pasado o si alguna vez pasará.

Algunos estamos aburridos de ver como se prostituye el silencio, el futuro y la esperanza, de ver cómo algunos pudiendo tenerlo todo se conforman con nada

23.2.06

Recordamos

Nacemos y al cortar el cordón umbilical alguien pulsa el botón de reset de nuestra memoria. Por eso lloramos. Nos sentimos desnudos sin nuestros recuerdos, inválidos en un mundo desconocido. Miramos con ojos de búho, para ir almacenando cosas como aquél que lo ha perdido todo.
Y seguimos día tras día, observando y guardando vivencias, rellenando las hojas en blanco de esa libreta que algunos llaman memoria.

Crecemos y la vida nos zarandea como si fuésemos barcos en mitad de una tormenta. Todo parece irse registrando como el tiempo en nuestra piel.

Alguien dijo que lo realmente importante en la vida es aquello que no perderíamos en un naufragio, lo que no ocupa sitio en nuestros bolsillos, ni pesa sobre nuestros hombros.

Recordamos y volvemos a vivir con la distancia que da el tiempo, instantes que un día fueron nuestro presente. Los años endulzan los recuerdos; ponen mercromina sobre viejas heridas.

Algunos creemos que somos la suma de nuestros sueños y de nuestros recuerdos, que lo vivido es el suelo donde apoyamos la escalera para alcanzar nuestras ilusiones. Unos quieren olvidar, y otros nos esforzamos por mantener vigentes aquellos momentos que seguirán siendo eternos.

A veces, abrimos de nuevo ese cofre donde custodiamos lo que queremos resguardar del olvido: aquellos paisajes de nuestra niñez, nuestro primer día de colegio, una mirada, un beso, una voz, el último “te quiero”… Son perlas que vamos añadiendo a nuestro collar de recuerdos, cuentas de un rosario que se acaricia mientras la mirada se pierde en el infinito, y nuestros pensamientos vuelan lejos.

¡Recuerdos! Para algunos un lastre que arrastran; para otros, gotas de nuestro perfume más querido, pepitas de oro en nuestras manos, polvos de magia en muestra memoria… ¿Qué seríamos sin nuestros recuerdos?

21.2.06

Justificamos

Nacemos y aterrizamos en un mundo donde todo son opciones. Apenas si habíamos aprendido a desplazarnos, y ya soñábamos con subir las escaleras. Vigilábamos que la puerta se entreabriera para escaparnos y descubrir el mundo que se encerraba tras ella. Entonces no teníamos miedo al fracaso ni nos dolían los arañazos. Caminábamos mirando de reojo, esperando ese descuido que nos permitiera cruzar la línea y ver lo prohibido. Éramos trozos de metal atraídos por el imán de lo desconocido.

Jugábamos a buscar tesoros en el desván, espiábamos a través del ojo de la cerradura, e intentábamos descubrir el mundo subidos a una banqueta.
La tapia que veíamos cuando éramos niños, parece ahora la dentadura de un caballo viejo. Recordamos que un día la escalamos para asomarnos y ver cómo el sol se ocultaba. Ahora la vemos desde el suelo.

El tiempo ha dejado al descubierto nuestra cobardía. La vida continúa desafiándonos cada mañana, pero hacemos oídos sordos. Algunos dicen que los años pesan, pero lo que pesa realmente es el miedo, el desequilibrar esa balanza de seguridad en la que nos apoyamos, y volver a sentir que caminamos sobre el alambre, sin red.

Algunos somos expertos justificándonos. Nunca somos culpables de nada. Nos creemos victimas de la sociedad, de nuestra mala suerte y, sin embargo, en la mayoría de los casos nosotros somos nuestro propio verdugo. Los “peros” y los “es que” son las migas que vamos dejando en nuestro camino de lamentos.

18.2.06

Esperamos

Nacemos y empezamos a aburrirnos de esperar. La vida es una continua espera oculta entre el tictac de un reloj. Todo se mueve constantemente y, sin embargo, siempre estamos esperando. Somos el eje sobre el que nuestra existencia se va desplazando. Nosotros, sólo oscilamos.

Desde niños nuestra mirada siempre estuvo puesta en varios metros más allá del aquí y del ahora. Nos enseñaron a caminar sin mirar nuestros pies. Hemos sido burros a los que se les arrea colocándoles una zanahoria frente a ellos, y que avanza según ellos lo hacen. Algunas cosas nunca las alcanzaremos. Otras se quedaran pisoteadas en el trayecto sin ni siquiera haberlas visto.

Siempre hubo un “cuando lleguen los reyes”, “cuando vayas a la escuela”, “cuando crezcas y seas mayor”, “cuando acabes de estudiar”, “cuando trabajes” para mirar hacia el futuro y olvidarnos el presente que es lo único que realmente vivimos.

Eternamente estamos esperando el futuro y el presente se nos escapa de las manos.

Un día descubrimos que peinamos canas, que tenemos que estirar los brazos y alejar un poco las palabras para leerlas, y nos damos cuenta de que hemos sacrificado gran parte de nuestro tiempo a favor de momentos que ya han pasado. Algunos son Penélope esperando en una estación: espectadores del paso del tiempo. Otros prefieren subirse al escenario y actuar

16.2.06

Soñamos

Nacemos y comenzamos a vivir este sueño. Nuestros primeros paseos fueron entre nubes de algodón y estrellas que nos llevaban a Oriente. Estuvimos acompañados por hadas y durmientes que se refugiaban en castillos encantados esperando un príncipe con un zapato de cristal. Los animales hablaban y la magia convertía calabazas en carrozas en las tardes de lluvia. Las desdichas se sucedían hasta que la felicidad eterna escribía con letras doradas el “colorín colorado, este cuento se ha acabado”

Crecimos y dejamos de la realidad inundase nuestras horas. Arrinconamos la imaginación y los sueños como si fuesen juguetes viejos. Dejamos de volar cometas por miedo que el viento nos arrastrase tras ellas, y al caer nuestras rodillas se lastimasen. Regresamos a la playa pero dejamos el cubo y la pala en casa para que nadie nos llame locos.

Dicen que el mundo está en las manos de los que tienen el coraje de soñar y correr el riesgo de vivir sus ilusiones. Algunos nos pasamos la vida persiguiendo nuestros sueños como si fuesen mariposas en un jardín en primavera. El camino a recorrer no es fácil. Soñar no es gratis, a menudo cuesta grandes desilusiones.

Alguien nos confesó que la esperanza es el sueño de los que están despiertos, el colorete de la vida.

La realidad es la catarata que nubla la mirada de los soñadores, el barro en la vereda que recorren, la flor mustia en un ramo recién cortado, una pesadilla en mitad de la noche…

Algunos olvidaron que vivir es soñar, y que mientras soñamos vivimos. Nuestros sueños son nuestra meta, la imaginación nuestro transporte... y la realidad, el punto de partida…

15.2.06

Perdonamos

Nacemos y empezamos a balbucear palabras. Siendo niños nos enseñaron a pedir perdón cuando nuestros actos molestan a alguien o cuando hacíamos algo incorrecto. Con ojos de huérfano pidiendo limosna, con la mirada pérdida en el suelo nos acercábamos y susurrábamos una disculpa. Nos daba vergüenza mirar a la cara mientras escupíamos esas palabras. Después nos premiaban con un beso, y nos despedían con un “no lo vuelvas a hacer más” que olvidábamos según cruzábamos la puerta.

Nos enseñaron que perdonar es recordar sin dolor, sin amargura, sin sentir que sangran los arañazos que nos hicieron. Es abrir la puerta de esa jaula donde nuestra conciencia está atrapada, quitarnos el lastre que acarreamos, arrancar esa espina clavada que impide que cicatrice la herida. Es volver a abrir las alas con libertad.

Todos somos susceptibles de equivocarnos y lastimar a los que nos rodean, sólo por vivir. Algunos almacenan tanto dolor en su interior que les envenena. Creen que no olvidando serán más fuertes y se equivocan. Sus rencores les encadenan, les coartan, les nublan la mirada.

Aprendí a perdonar cuando me atreví a vestir con la piel del otro, y observar las cosas a través de sus ojos; cuando miré la vida desde sus zapatos, y sentí sus miedos como si fuesen míos. Fue entonces cuando supe que perdonar es amar..

13.2.06

Regresamos

Nacemos y comenzamos a escribir nuestra historia. Recorremos kilómetros a veces por inercia y otras con un destino definido. A ratos nos sentimos como mulas que dibujan círculos mientras hacen girar la noria. Damos vueltas y vueltas como si fuésemos una peonza, con la mirada fija en el suelo porque los miedos y la desidia no nos dejan levantarla.

Somos prisioneros en nuestra propia vida. Hemos ido construyendo nuestra celda con barrotes de orgullo, deseos moribundos y cobardías. Dejamos que nuestras alas se entumeciesen y olvidamos que hubo un tiempo en el que pudimos volar. Ahora también, pero el dolor de extender las alas y alzar el vuelo amordaza nuestras esperanzas de cambio.

Algunos recorren millas buscando un lugar donde reencontrarse, un punto donde ser ellos mismos.
Buscamos un lugar donde sentir nuestra desnudez sin miedo, donde poder hablar frente a frente con nuestra conciencia y con nuestros desasosiegos. Necesitamos refrescar nuestra memoria y nuestra alma con aquel agua que un día calmó nuestra sed, y nos dió coraje para enfrentarnos al mundo con sólo nuestra piel como armadura.

Regresamos en busca de ese manantial, como todo asesino regresa al lugar donde cometió el crimen. Vamos al encuentro de un refugio donde lamer las heridas que nos ha dado la vida. Olvidamos que para encontrar el descanso y la tranquilidad que ofrece el silencio hay que descalzarse en la entrada, y retirar el pañuelo que nos encadena a nuestros miedos...

10.2.06

Morimos

Nacemos y el reloj de péndulo comienza a marcar el ritmo de nuestra existencia. Todos nuestros pasos se encaminan inevitablemente hacia ese precipicio que es la muerte. Somos ríos que vimos la luz del día entre las faldas de las montañas y crecimos mientras surcábamos llanuras. Ahora vivimos la etapa final. Vemos el mar esperándonos con los brazos abiertos y empezamos a repasar lo que ha sido nuestra vida.

Recordamos los tiernos juegos de nuestra infancia, nuestros primeros besos de adolescentes, y aquel primer trabajo que nos abrió la puerta de los adultos.

Nadie nos dijo que nuestros pasos quedaban grabados en el camino, que algunas de nuestras palabras fueron tesoros que se guardaron en alguna memoria y otras fueron certeras balas que lastimaron corazones. Nadie nos enseño a decir lo que sentíamos sin sonrojarnos, ni a caminar por la noche sin miedo a la oscuridad.

Todos hablaban de la muerte como una pesadilla de la que no despertaremos, como esa soledad eterna. Siempre envidie la serenidad que emanan las pupilas grisáceas de los ancianos que la esperan como si fuese un invitado que viene a casa.

Algunos creen que hay otra vida después. Yo creo que tuve varias en ésta, que morí cuando las ilusiones me faltaron y renací cuando la esperanza se coló por mi ventana. Alguien dijo que sólo morimos cuando los demás dejan de pensarnos…

Morimos

Nacemos y el reloj de péndulo comienza a marcar el ritmo de nuestra existencia. Todos nuestros pasos se encaminan inevitablemente hacia ese precipicio que es la muerte. Somos ríos que vimos la luz del día entre las faldas de las montañas y crecimos mientras surcábamos llanuras. Ahora vivimos la etapa final. Vemos el mar esperándonos con los brazos abiertos y empezamos a repasar lo que ha sido nuestra vida.

Recordamos los tiernos juegos de nuestra infancia, nuestros primeros besos de adolescentes, y aquel primer trabajo que nos abrió la puerta de los adultos.

Nadie nos dijo que nuestros pasos quedaban grabados en el camino, que algunas de nuestras palabras fueron tesoros que se guardaron en alguna memoria y otras fueron certeras balas que lastimaron corazones. Nadie nos enseño a decir lo que sentíamos sin sonrojarnos, ni a caminar por la noche sin miedo a la oscuridad.

Todos hablaban de la muerte como una pesadilla de la que no despertaremos, como esa soledad eterna. Siempre envidie la serenidad que emanan las pupilas grisáceas de los ancianos que la esperan como si fuese un invitado que viene a casa.

Algunos creen que hay otra vida después. Yo creo que tuve varias en ésta, que morí cuando las ilusiones me faltaron y renací cuando la esperanza se coló por mi ventana. Alguien dijo que sólo morimos cuando los demás dejan de pensarnos…

9.2.06

Encontramos

Nacemos y empezamos a caminar como vagabundos sin rumbo. La curiosidad de las primeras miradas se endurece, y se viste con las cataratas de la rutina y el aburrimiento.

Paseamos con las manos en los bolsillos sin prestar atención a lo que vemos. Todo se endulza cuando se conjuga en pasado. Recordamos nuestros juegos infantiles en mitad de la calle y aquellos compañeros de travesuras. Ya no queda en nuestra vida casi ninguno de ellos. Crecimos y cada uno siguió su camino, con la maleta llena de sueños bajo el brazo. Nos alejamos, y aunque a veces volvemos a reencontrarnos, ya nada es como entonces.

El tiempo se nos escapó entre los dedos, y se llevó a aquellos compañeros de la universidad que eran nuestros amigos.

Nada nos detiene en este descenso. A veces rodamos solos y otras sentimos que alguien nos acompaña en nuestro camino. Unos nos miran desde la distancia, otros se acercan hasta la cristalera y nos saludan... pero sólo unos pocos nos tienden la mano, y nos acarician las mejillas cuando nos entristecemos. Llegaron pensando quedarse unas horas y se quedaron para toda la vida. No los buscamos, pero los encontramos allí donde no les esperábamos. No les pedimos nada, y nos lo dieron todo.


Nos gusta caminar a su vera, mirar el horizonte a través de sus ojos, compartir nuestros días y entremezclar nuestras historias. Avanzamos a veces juntos y otras separamos nuestros senderos hasta el próximo cruce. No hay un adiós para los amigos. No importa el tiempo ni la distancia, sabemos que siempre habrá un nuevo paraje donde nos reencontraremos ...

7.2.06

Somos

Nacemos y comienzan a ser plenamente conscientes de nuestra existencia. Nos asomamos al espejo y vemos como unos ojos vigilan cada uno de nuestros movimientos y nos imitan. Sonreímos y ese otro yo sonríe, levantamos la mano, y él también lo hace.

Aprendimos a conjugar el verbo ser tan pronto, que ni siquiera supimos mirar qué hay exactamente bajo esa piel que nos envuelve. Nos preguntaban las ancianas quién éramos, y antes de responder nuestro nombre, le decíamos: la hija de fulanita. Nadie preguntaba más. A nadie le importaba nuestro nombre ni lo que éramos.

Nos enseñaron describir paisajes y a definir las cosas, pero nadie nos ayudó a encontrar nuestra propia definición. La mayoría somos cobardes. Tenemos miedo de mirarnos frente a frente y descubrir lo que somos y nuestras miserias. Creemos que no poner adjetivos a nuestro yo, es equivalente a no ser, y nos equivocamos. Somos lo que somos, aunque nadie lo escriba sobre un papel o lo diga en voz alta.

Alguien nos hablo un día de los horóscopos, y nos buscamos entre las características de nuestro signo. Hacemos nuestros esos adjetivos y comportamientos porque es más fácil que hurgar en nuestro interior y admitir que ese extraño somos nosotros.

A veces creo que no somos nada, que el olvido es nuestra muerte, y los recuerdos son las flores sobre nuestra tumba.

En ocasiones somos un mundo y en otras, cenizas de un fuego extinguido…

6.2.06

Caemos

Nacemos y comenzamos el camino por el desfiladero. Apenas aprendimos a sujetarnos de pie, y ya estábamos caminando. Entonces, los pasos eran torpes pero llenos de entusiasmo, y las caídas no dolían.

Después supimos que algunos hablan de la vida como un juego que se llama "caer y levantarse". Nos aseguraron que lo importante es incorporarse por lo menos una vez más de las que veces que nos caigamos.

Ya no somos aquellos niños que olvidaban el dolor de sus rodillas con un beso de mamá. Ahora las heridas son más profundas y duelen amargamente. Los fracasos son cicatrices en nuestra piel, y el olvido es la mercromina que ponemos sobre nuestros arañazos.

Tarde o temprano, todos acabaremos sembrando algunas gotas de nuestra sangre en la arena. Es el tributo que pagamos por vivir, por perseguir un sueño y olvidarnos de mirar el suelo, por pegar un salto y caer al vacío, por encontrar el dolor y tener que afrontarlo...

Caemos, y sentimos el sabor de la tierra en los labios, el sufrimiento que produce la decepción y la impotencia. La desorientación nos repite, como si fuese un eco, en nuestra conciencia: y ahora qué, mientras recobramos fuerzas para volver a ponernos en pie.

Si caer es optativo, levantarse es obligatorio, o eso dicen. Y sin embargo, algunos prefieren dejarse engullir por las tierras movedizas, dejarse arrastrar por la inercia, y ver pasar los días como si le fuesen ajenos. Escogen permanecen eternamente en esa estación de tren en las que se perdieron, esperando en silencio que una mano les arrastre y les suba de nuevo al tren de la vida.

Tropezamos y en cada traspié, nos enseñan algo. Aprender no es fácil, levantarse tampoco.

Dicen que lo que ahoga a alguien no es caerse al río, sino mantenerse sumergido en él. Dejarse arrastrar por la corriente nunca nos acercará a la orilla donde la esperanza y las ilusiones pueden florecer…

4.2.06

Navegamos

Nacemos y subimos a ese barco que nos llevará hacia el horizonte donde dicen que están nuestros sueños. Comenzamos a navegar más a dentro. Añoramos los años de la infancia cuando nos sentíamos seguros en tierra firme, alejándonos de la orilla pero siempre presente cuando nos girábamos.

Nos fuimos alejando. Un día al voltear la cabeza, descubrimos que nuestra mirada no llegaba a la arena de la playa, y nos sentimos solos e indefensos. Desorientados. Sin un mapa ni una brújula que nos encaminen hacia nuestro pasado. No hay camino de regreso. Nunca la habrá.

La nostalgia es el pañuelo que seca nuestras lágrimas y acaricia nuestros recuerdos. Viajamos en un barco de papel en un mar que a veces está en calma y otras embravecido. Nuestras ilusiones son las velas; nuestro timón, nuestras decisiones.

Navegamos a veces contracorriente y otras nos dejamos arrastrar por las costumbres y el qué dirán. Surcamos mares y nos detenemos en pequeñas islas que encontramos en el camino. Sólo son diminutos remansos de paz, de esa seguridad que es efímera, cómo casi todo en nuestra vida.

Estamos solos cuando el sol se despide cada atardecer en un cielo teñido de colores, y cuando renace cada amanecer...

1.2.06

Amamos

Nacemos y empezamos a vivir esta dulce condena. Cambiamos las miradas inocentes por otras picaras en los albores de aquellas primaveras adolescentes. Jugabamos al amor, mientras escribíamos nuestros nombres encerrados en un corazón.

Crecimos, y el amor sigue siendo el motor de nuestra existencia, las luces en un árbol de navidad, el brillo de nuestros ojos.

Amamos más allá de las palabras y la distancia, sin importarnos los convencionalismos y las circunstancias. El corazón no atiende a razonamientos y late más deprisa cuando escucha su voz, la piel se eriza, los sentidos se despiertan, la vida se tiñe de colores vivos..

Soñamos con sus besos, con sus caricias al amanecer. Sus te quiero son fuegos artificiales en nuestra vida, el principio de un sueño que jamás se olvidará.

Amamos y envolvemos nuestro corazón como si fuese un regalo. Añadimos nuestra sonrisa y nuestra ilusión como si se tratasen del lazo.. y se lo entregamos mientras nuestra alma dice, con voz dulce y segura, no lo dudes nunca: te quiero, te amo...