Hay días en los que a uno le pesa el alma, en los que la tristeza es la tierra movediza en la que nos vamos hundiendo, y las ilusiones son las aves migratorias que han levantado el vuelo hacia lugares más calidos. Hay instantes en los que nos aferramos incluso a las cosas más estúpidas para seguir adelante, para no dejarnos arrastrar por la melancolía.
Hay épocas en las que a uno le aplasta hasta el aire que respira… Uno razona. Uno piensa. Uno sabe. Demasiada teoría pero poca energía para ponerla en práctica. Es más fácil dejarse llevar por la inercia, chapotear en un mar aparentemente en calma, sacudirse el polvo de sus hombros y repetirse hasta el cansancio, con incrédula esperanza “mañana será otro día”.
Relee esas líneas donde hablan de una bola de cristal nublada, unas cartas de Tarot rotas y se pregunta en qué momento esas palabras dejaron de pasar desapercibidas y empezaron a hacerse un hueco en sus pensamientos. Hoy le piden que no siga intentando ver el futuro, que no lo conoce porque hay un buen motivo: no necesita saberlo.
Hay días en los que unas inocentes palabras nos dejan desvalidos, desnudos frente al mundo. Quizá siempre lo estuvimos, aunque nunca nos dimos cuenta…