31.7.06

El Valle

Dicen que El Valle es una tierra viva que cambia con cada estación. La he visto pintada entre las líneas del último libro que ha acompañado mis viajes, y he ido inevitablemente a su encuentro. He respirado su aire perfumado con tomillo, me he dejado seducir por sus dehesas de robles y por sus paisajes verdes, he caminado entre las calles empedradas de esos pueblecitos que compiten en belleza, y he acariciado las paredes de piedra de tantas y tantas casas blasonadas que muestran orgullosas sus escudos.

Caminar es descubrir fortalezas y casas fuertes, palacetes que siguen mostrando su señorío a aquellos que encaminan sus pasos hacia esa tierra donde la mantequilla es dulce, y los acebos tiñen de rojo los bosques.

Dicen que el reloj se para cuando uno se adentra en el corazón de El Valle, que los ojos se inundan de vistas y tonos inolvidables... Quizá por eso algunos lo llaman “Volver al mundo”…

25.7.06

Tierra

Es en días como éstos, cuando mis pasos se pierden entre tierras de barbecho y otras llanuras recién cosechadas, cuando soy más consciente que nunca de que frente a mi tengo un presente que se cocina sin aroma de futuro. El cielo gira por estas tierras, pero la mayoría de ellas desaparecerán a la par que se borra de la memoria de un anciano sus vivencias e historias. Caminan hacia un futuro que no existe, al menos como lo entienden algunos.

Hemos renunciado a la tierra o, quizás, sea más justo decir que la hemos despreciado. Es la herencia de nuestros antepasados, la amante a la que mimaron de sol a sol, a la que conquistaron con el sudor de su frente, y acariciaron con sus manos endurecidas por la vida.

Es en momentos como éste, cuando la noche se vuelve silencio, sin coches ni polución que nos impidan ver las estrellas mientras escuchamos el canto de algún grillo cuando uno siente en la piel y en el alma que uno es un espectador de excepción en esta última representación de un modo de vida, de un modo de sentir la tierra que nunca aparecerá en los libros.

Cuando la noche avanza, si uno escucha atentamente se puede oír a esa amante rechazada que llora su desgracia por las esquinas, y uno se siente como un miserable traidor por no correr a su encuentro, a sus brazos y decirle al oído que la queremos más que nuestra vida, que la llevamos allí donde vamos…

20.7.06

Caminando

A esas horas en las que el sol juega al escondite, aquella calle peatonal era un enjambre de gente que apuraba el último suspiro de la tarde para buscar trapitos en las rebajas. Una escena que se repite cada día tras día, mientras dura la fiebre consumista. En medio de esa vorágine, apareció ella. Más que caminar parecía deslizarse, como si los adoquines fuesen nubes sobre las que flotaba. Tenía la tez pálida y la mirada perdida. Parecía un fantasma. Ausente, perdida en el laberinto de sus pensamientos. Su fragilidad pasó desapercibida entre la muchedumbre. Nadie pareció darse cuenta de su presencia. La acompañé con mi mirada hasta que desapareció entre la gente, y los pasos de otros transeúntes borraron sus silenciosas huellas. Ni siquiera fue consciente de la estela que había dejado. No pude evitar comparar su caminar silencioso, como si pasase de puntillas por la vida con otro que había visto y escuchado apenas la tarde anterior. Aquel era altanero. Parecía querer tatuar su paso con su taconeo, contaminando el aire con sus aires de soberbia

17.7.06

Tapamos

Nacemos y muchas veces nos tapamos lo ojos y los oídos para no ver, no oír, no sentir. Cuando éramos niños los besos de mamá calmaban nuestras heridas del alma. Hemos crecido, y enmudecer esos ecos en nuestra conciencia es una ardua tarea que no siempre conseguimos. Vivir es ir emborronando ese cuaderno como si a alguien fuese a importarle lo que somos o fuimos en nuestro devenir. Somos carne de olvido por más que nos revelemos a dejar nuestra huella en este mundo. Somos gotas de agua en la inmensidad del océano, silencios que nunca serán palabras.

A veces sentimos que nos han abandonado en el camino. Caminamos sin rumbo, perdidos el laberinto de nuestros pensamientos y miedos. Actuamos como si nada fuese con nosotros, como si todo estuviese bien aunque en nuestro interior sabemos que todo es una calma aparente. Cerramos los ojos como si al hacerlo nuestras inquietudes desaparecieran o se hiciesen más pequeñas. Continuamos sonriendo como si nada hubiese pasado, como si el huracán no hubiese afectado nuestros cimientos. Jugamos a auto engañarnos, pero la voz de nuestra conciencia es, a veces tan, fuerte que en la soledad de nuestro silencio interior no podemos acallarla… y duele oírle hablar

13.7.06

Calandraca

Todavía mi memoria se sonroja cuando recuerdo aquel mediodía en una playa de la costa de la luz. La semana de vacaciones tocaba su fin. Había llegado la hora de mirar por última vez el Atlántico y emprender el camino de regreso hacia el norte. A orillas del mar, el agua de la ducha arrastró la sal de nuestra piel y volvimos a ser peces de agua dulce. Aquel pueblo de chalet blancos estaba desierto aquel mediodía. Su gente estaba congregada frente a un televisión animando a la selección de fútbol. Las aceras se convirtieron en una extensión de la playa mientras paseamos nuestro bikini desde el chiringuito hasta coche atravesando aquella plaza. Y en aquel desfile improvisado en mitad de la calle, unos espectadores de excepción: unos boys scauts y los clientes de un bar. No recuerdo que dijeron. Yo sólo pensaba en acelerar el paso y repetir aquello de “tierra, trágame”.


¡Cuánta vergüenza pasé, cuando alguien nos decía algo o simplemente nos miraba! ¡Qué ingenua me sentí cuando pensé que lo malo había ya pasado cuando llegamos al lugar donde estaba estacionado el vehículo! Ni corta ni perezosa, como aquel que cree que la calle es su casa mi amiga sacó la maleta, y la abrió de par en par en mitad de la vía, convirtiendo aquel lugar en un vestíbulo improvisado. Sin prisas pero sin pausas, entre cremas hidratantes y espumas capilares, la “calandraca” de la sirenita se fue engalanando frente a la puerta de la iglesia. Más de uno que pasaba se frotaba los ojos y casi se disloca la cabeza buscando una cámara oculta que expliqué cómo una sirena se convierte en princesa en mitad de la calle,…

12.7.06

Vientos del sur

El viento del norte ha alejado de nuestra memoria aquellos días en los que el sol del sur doraba nuestra piel en eternas playas de arena blancas. Las sombras del paso del tiempo han ido cubriendo algunos de nuestros recuerdos, ensalzando otros momentos que fueron como rayos de luz en medio de la oscuridad. La imaginación es el billete que nos devuelve a la orilla de ese océano que acompañó nuestros pensamientos mientras las gaviotas levantaban el vuelo como si fuesen nuestros sueños. La magia ya no se encuentra en lámparas mágicas ni en genios que cumplen nuestros deseos. A veces sólo es necesario saber acomodar nuestras retinas y añadir un poco del colirio de la curiosidad a nuestros ojos.

Volvimos a ser unos niños cuando pisamos la cubierta de aquellas carabelas. Era la puerta a un tiempo pasado que se reestrenaba ante las miradas atónitas de aquellos que son capaces de vestirse con la piel de otros. Durante unos minutos fuimos marineros en aquellas cáscaras de nuez que surcaron mares persiguiendo un sueño. Tuvimos en nuestras manos el timonel y la brújula. Escribimos nuestros nombres en aquel cuaderno de bitácoras. Recorrimos cubiertas, toldas, bodegas y camarotes bajo la atenta mirada del río Tinto. Acariciábamos las sogas y las maderas impregnándonos de sensaciones del pasado como si fuesen presentes. Todo viaje tiene un punto de partida, y el nuestro había comenzado…

10.7.06

Manuela

Sentada frente a al mundo, con la mirada perdida en un horizonte que dudaba si algún día podría alcanzar, me hablaba como aquél que escupe su dolor para no morir envenenado por él. Me contaba cosas de sus viajes y de ese futuro inmediato que sentía como la tierra prometida.
Me repetía cada dos o tres frases que Ella era fuerte como aquél que necesita oírlo constantemente para auto creérselo. Su delgadez me recordaba a los mimbres que acompañan los riachuelos, y se balancean según sopla el viento. Su voz sonaba segura mientras recitaba un discurso improvisado que había dejado de serlo desde la primera palabra. Me pregunté cuántos de esos que dicen ser sus amigos se lo habían creído, cuántos habían visto más allá de esa persona fría que aparenta ser, cuántos le habían rehecho la pregunta de si estaba bien, cuando ella respondía que si mirando el infinito...

La imaginé frente a los acantilados, buscando respuestas a preguntas que ni siquiera se atrevía a preguntarse. Su agenda repleta de actividades no la dejaban tiempo libre para pensar. A veces parecía querer escapar de todo y de todos. Temía que alguien fuese capaz de encontrar su tendón de Aquiles y colarse bajo ese caparazón con el que vestía cada día. La soledad le pesaba demasiado, el desamor también. Añoraba el cariño desinteresado y unos brazos donde refugiarse y sentir un poco de calor en ese corazón maltratado por la vida. La noche ocultaba sus ojos vidriosos cuando hablaba de esa niña, ya mujer, por quien lo ha dado todo, y de la que ahora no sabe nada.

Su amargura se mezclaba con la resignación mientras hablaba. Tenía miedo de mirar y ver. Tenía miedo hasta de poner palabras.

7.7.06

Instantes efimeros

¿Alguna vez soñaste con un espectáculo de colores tan maravilloso como ese?

¿Has dejado que tus ojos miren atónitos el cortejo entre el día y la noche?



¿Alguna vez pudiste ver reflejado el deseo en la estela de ese día que se baña cada atardecer en el horizonte?


¿No has envidado sus caricias anarajandas y las miradas malvas que se dispensan?


¿Te has fijado como las nubes se alejan en ese cielo azul, hasta apagar la luz y dejarles solos, en la más estricta intimidad?



¿Observaste su coqueteo, sus susurros entre los últimos rayos de sol?



¿Creíste por un instante que sería posible resistirse ante tanto poder de seducción, ante ese despliegue de mágico encanto?



¿No sería pecado mortal rechazar la posibilidad de sentir sus caricias bajo un manto de tintineantes estrellas?

5.7.06

A oscuras

Cae la noche. Todo transcurre con naturalidad, sin prisas. Es el momento en el que el tiempo se viste de luto cada día. Todo se tiñe de negro, de ese color que paradójicamente es la ausencia de color.

El mundo enmudece, el tic tac del reloj suena más alto y los sentidos parecen más despiertos.

Para un niño sin sueño las noches son siempre demasiado largas. El insomnio despierta los fantasmas y los recelos. Nuestra conciencia es el sereno que recorre nuestros pensamientos mientras nuestro ser duerme.

La oscuridad desnuda la superficialidad de las cosas, borra sus formas y colores. Sólo deja su esencia. Nos aísla del mundo y sus distracciones. Aviva nuestra sensibilidad para dejarnos después, a solas con nuestras reflexiones y nuestros miedos.

Cae la noche. En esa combinación de sombras y silencios, comienza el juego de seducción entre la vigilia y los sueños.
Todos duermen. Yo imagino, yo sueño…