Somos grandes mosaicos. Estamos hechos de teselas, unas grandes y otras tan pequeñas que pasan desapercibidas para casi todos. Las unas son las líneas maestras, las otras son esos pequeños detalles que hacen que las cosas tengan un matiz especial.
Somos, dicen, porque alguien nos piensa, porque alguien va uniendo esos pedacitos de puzzle hasta completarnos, y hacernos suyos. No es recopilar información, sino ir vistiéndose con nuestras ropas y colocarse nuestros zapatos.
Me pregunto si una vez que ya no estamos, habrá alguien que se preocupe en seguir uniendo las teselas que dejamos huerfanas y abandonadas. Si habrá alguien que se interese por esa persona anónima que fuimos, que busque en ese mundo en el que vivimos, pequeños fragmentos para moldearnos. Quizá no sea necesario escarbar mucho, ni sumergirse demasiado para darse cuenta de lo desconocidos que algunos podemos llegar a ser para el resto. Desafortunadamente, seguimos siendo teoremas, cuya demostración no interesa a la mayoría de las personas, con las que nos cruzamos en nuestra rutina diaria. Tal vez sea mejor así. Quizá seamos una versión moderna de esa madrastra que se asoma al espejo y en lugar de preguntarle quién es la más guapa, le indica con que imagen de todas las posibles se queda… Quizá vemos lo que queremos ver, porque es más fácil quedarse en la superficie que rascar y aventurarse a encontrar otras facetas que no esperábamos…
Quizá haya demasiadas anotaciones invisibles en ese diario que no escribimos…