21.4.09

Titubeamos

Nacemos y la vida se encarga de ir colocando en nuestra mochila existencial pequeñas piedrecillas que, a veces, nos ayudan a tener los pies en el suelo y otras, son un lastre que nos impide volar con libertad. Los fracasos, las decepciones encharcan nuestras ilusiones y hacen que nuestros pies se hundan en ese fango que dificulta nuestro avance. Es fácil hundirnos en nuestras miserias, cerrar los ojos y sentir el miedo como una segunda piel.

Nadie nos habló de la letra pequeña que todo contrato, incluso el vital, encierra. Crecimos bajo la sombra de los desasosiegos de los que nos rodearon, absorbiendo como esponjas que somos. la ansiedad que el día a día produce. Y seguimos avanzando sacudiéndonos el polvo que se posa sobre nuestros hombros en este polvoriento camino que recorremos. A veces más que andar, arrastramos los pies. Nos sentimos torpes, indecisos, trabados por los miedos y las desilusiones. Avanzar se convierte entonces, en una lucha por abrir una senda en medio de un paraje donde las malas hierbas y las zarzas han crecido a su libre albedrío. La incertidumbre es nuestra compañera de viaje. También el miedo a equivocarnos, a tropezar de nuevo, porque sabemos que en cada caída, vuelven a despertarse nuestros fantasmas y a abrirse viejas heridas.

Nos repetimos, intentando autoconvencernos, que debemos saborear la vida sin miedos, pero no podemos dejar de enviar desde nuestro inconsciente señales de precaución, cada vez que giramos una esquina o pasamos bajo una escalera. Queremos volar libres, pero seguimos unidos a ese cordón que nos une con nuestro ayer… Recelamos de ese claro que aparece en nuestro sendero, buscamos la manzana prohibida que todo paraíso encierra y nos disponemos a morderla, porque nuestras desconfianzas e inseguridades nos impiden ver más allá.

Llevamos buscando tanto tiempo ese oasis que cuando lo tenemos frente a nosotros, no podemos dejar de preguntarnos si es real o sólo un espejismo, un juego caprichoso de la vida,… como aquellas pompas de jabón con las que jugábamos siendo niños y se explotaban cuando intentábamos atraparlas... Hemos crecido y ahora tenemos miedo, a veces, hasta de ilusionarnos

6 comentarios:

  1. ¿Tropezar dos veces con la misma piedra? ¡Y mil! Pero es peor dejar de andar por miedo a caerse.


    besos

    ResponderEliminar
  2. "Queremos volar libres, pero seguimos unidos a ese cordón que nos une con nuestro ayer…"

    Esto es lo que siento yo utlimamente, que quiero ser libre pero no puedo por culpa del miedo, de los lazos que se han convertido en ataduras y que como una soga al cuello arañan la piel, lacelandola impunemente.

    Existirá algún remedio para dejar de tener miedo?

    Una entrada genial, besos!

    ResponderEliminar
  3. Gracias niña. Parece que me miro en el espejo de tu entrada, pero no soy capaz de ver lo que seguramente sea más fácil. El oasis del que hablas, se me antoja inalcanzable por el momento, ¿seré capaz de verlo en algún momento?. Seguro que si cuento con "guías" tan cualificadas como tu, llegaré. Ahora sólo hace falta saber cuando estaré dispuesto a dar el primer paso.

    ResponderEliminar
  4. cuánta razón tienes, yo intento no titubear, pero el hecho de que asome la felicidad por mi puerta me hace temblar por si se torna en desdicha. Soy un caso

    ResponderEliminar
  5. Y nos seguiremos tropezando una y otra vez, y eso es inevitable. El miedo es libre, tangible, a veces es como si lo pudieras paladear. Hay que atreverse a hacerle frente, aunque hay cosas a las que siempre se tiene miedo, por lo menos yo.
    Besos

    ResponderEliminar
  6. Puedes ver el miedo como otro compañero más de viaje. A veces está bloqueando el camino y hay que empujarlo o buscar otro camino, otras veces está caminando atrás y no te molesta para nada. Te sigue sin dañarte, simplemente para recordarte que siempre está. No hay que darle mayor atención, te sigue sin que le tengas que darle comida o bebida. De vez en cuando le puedes preguntar: Y Usted, Señor Miedo, como está? Capaz que te contesta: Estoy mal.

    No te preocupes, no muere nunca y no necesita tu ayuda.

    Disculpas por una reflexión rápida y espontánea y un poco repetitiva. Es como yo tratara el Miedo.

    Besos

    ResponderEliminar