¿A quién iban dirigidos aquellos
mensajes? ¿Quién seguía pensando en “mi”
en cada atardecer, en cada arcoíris, en tantos detalles sencillos del día a día? ¿Quién
era “yo”?
Lo admito, hubo momentos en los
que sentí miedo, en los que pensé en bloquear su número, pero también los hubo en los que me pregunté
de quien había sido anteriormente mi número de teléfono, qué le había pasado,
qué tipo de relación “nos” unía, y hasta
cuándo iba a seguir compartiendo
momentos “conmigo” aunque sólo recibiese silencio por mi lado.
Con cada mensaje volvía a poner
preguntas sobre la mesa, y a hacerme sentir un obstáculo en esa
comunicación unidireccional. Me preguntaba hasta cuándo iban a seguir llegando
mensajes, pero sobre todo, por qué no era capaz de contestar un escueto “ te has confundido”, o algo como “Este número me lo acaban de asignar y
desconozco quien eres”
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