Durante mucho tiempo vi en aquellos mensajes extraviados, manos que buscaban asidero para seguir a
flote. También manos tendidas dispuestas a no soltarte y ayudarte a continuar; abrazos sinceros que intentaban insuflarte energía y ganas
de vivir, oxígeno puro para unos pulmones cansados de respirar aire contaminado.
Me sentí impostora, dueña de caricias que no me correspondían, de besos
que tenían otro destinatario, y confidencias que no eran para mí. Y sobre
todo, egoísta. Por hacer nada para descubrir el malentendido, y seguir disfrutando de migas de afecto. Cuántas veces me pregunté si era justo seguir
en silencio, qué pensaría aquel remitente
que seguía sin respuesta a su mano tendida…
Que alegría volver a leerte! Yo desde aquí te mando mil y un besos y un achuchon enorme, que si eres tu su dueña
ResponderEliminarTu fiel admiradora y amiga
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