25.4.08

En la prorroga

Nada importa demasiado porque no se ven los rostros ni las miradas, no se escuchan los latidos del corazón ni el rubor en las mejillas. Todo se reduce a una silueta en el esplendor del crepúsculo, sobre la arena de una playa mecida por la olas, letras que se desvanecen al cobijo de la luz de la velas. Palabras que en el fondo solo son eso, palabras.

Nada puede afectar demasiado en este mundo efímero. Hay que suavizar el perfil de esa montaña rusa y vivir sin miedo, sabiendo que los altos cerros son sólo granos de arena, pequeñas cimas cuando damos varios pasos atrás.

Puede ser que sólo aprendamos a pensar cuando estamos en la prorroga, cuando los colores palidecen y el caminar se torna torpe. Tal vez sea así, cuando en esa cuenta atrás uno recuerda y pasa lista a los recuerdos por miedo a perderlos definitivamente… Quizá sea ese el instante en el que uno hace balance y se da cuenta del tamaño real de algunos momentos, de algunas palabras, de algunos gestos y, sobretodo, de esos suspiros y silencios que sin hablar, lo dijeron todo.

Nada importa demasiado ni las palabras ni la ausencia de ellas, cuando uno es capaz de mirar a los ojos, y comunicarse a través de ellos, cuando uno escucha con el corazón la poesía de la vida…

Fueguitos

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

- El mundo es eso – reveló - . Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores.
Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.

Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no pueden mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
Eduardo Galeano

20.4.08

Hoy como entonces

Es de noche hoy como entonces. La calle está desierta y la lluvia parece arrancar notas al arpa de la vida antes de acariciar el suelo. La luna asoma su reflejo en cada charco. Las farolas miran orgullosas las nubes. Todo parece enmudecido frente a ese tintineo de gotas en el suelo. Sólo los pensamientos se rebelan y hacen piruetas entre los recuerdos. Fue una madrugada como ésta, uno de esos días en los que pasear por la ciudad muda es un placer irrenunciable. Caminar sintiendo las chispas húmedas de la nostalgia, de los momentos que no volverán… Avanzar dejando que la piel se empape y se inunde de silencios.

Fue una noche como ésta, cuando sus caminos se cruzaron. El le ofreció caballeroso, un rincón en tu paraguas y ella no supo decir que no. Olvidó la lluvia, y dejó volar su imaginación en aquel refugio para dos. En medio de la nada, envueltos en una cortina de agua, dos desconocidos atrapados en una mirada, que maldicen entre sus adentros que el semáforo cambie de color. Palabras que se atropellan, silencios que se hacen grandes, pasos que se ralentizan por miedo a ese cruce que será el punto final

Es de noche y llueve, como aquel día. Se prepara para salir y, guarda en su bolso, uno de esos paraguas plegables, hoy como entonces

16.4.08

Acantilados

Hoy te soñé poeta, frente a ese acantilado de palabras que la ausencia ha creado.
Busqué tu mano a tientas, como entonces, cuando accidentalmente nos rozábamos, pero andaba sola. Te perdiste, o tal vez, simplemente dejaste de caminar a mi vera, y yo no me di cuenta. Desapareciste como hacen los magos, en silencio, sin dejar más huellas que el perfume de los recuerdos que se llevo el viento.
Asomada a la nada, avanzando por esa vereda que rodea el abismo del olvido, escuche el eco de tu voz. No se si fue real o simplemente un sueño. Tal vez la larva se convirtió en mariposa y, sin miedo, levanto el vuelo.

7.4.08

Tempo fugit

Más que recorrer, devoraba kilómetros. Cambiaba paisajes por arte de magia, dejando atrás el frío de un amanecer que se perdió en alguno de esos túneles oscuros.
Viajar a la rapidez de la luz, desaparecer de un sitio para aparecer en otra parte sin haber hecho aun la digestión. Ese parece ser nuestro enigma. Vivir sin ser concientes del tiempo que transcurre entre un tic tac y el siguiente. Correr de un lado para otro como alma que persigue el diablo. Así continuamente, hasta que algo o alguien pulse el botón de "pause" en nuestra existencia. Es quizá, en ese momento, cuando la gota de lluvia desafia la ley de la gravedad, y la conciencia se permite “malgastar” un instante para ver, sentir, disfrutar, saborear los latidos del tiempo.