Nada importa demasiado porque no se ven los rostros ni las miradas, no se escuchan los latidos del corazón ni el rubor en las mejillas. Todo se reduce a una silueta en el esplendor del crepúsculo, sobre la arena de una playa mecida por la olas, letras que se desvanecen al cobijo de la luz de la velas. Palabras que en el fondo solo son eso, palabras.
Nada puede afectar demasiado en este mundo efímero. Hay que suavizar el perfil de esa montaña rusa y vivir sin miedo, sabiendo que los altos cerros son sólo granos de arena, pequeñas cimas cuando damos varios pasos atrás.
Puede ser que sólo aprendamos a pensar cuando estamos en la prorroga, cuando los colores palidecen y el caminar se torna torpe. Tal vez sea así, cuando en esa cuenta atrás uno recuerda y pasa lista a los recuerdos por miedo a perderlos definitivamente… Quizá sea ese el instante en el que uno hace balance y se da cuenta del tamaño real de algunos momentos, de algunas palabras, de algunos gestos y, sobretodo, de esos suspiros y silencios que sin hablar, lo dijeron todo.
Nada importa demasiado ni las palabras ni la ausencia de ellas, cuando uno es capaz de mirar a los ojos, y comunicarse a través de ellos, cuando uno escucha con el corazón la poesía de la vida…
Nada puede afectar demasiado en este mundo efímero. Hay que suavizar el perfil de esa montaña rusa y vivir sin miedo, sabiendo que los altos cerros son sólo granos de arena, pequeñas cimas cuando damos varios pasos atrás.
Puede ser que sólo aprendamos a pensar cuando estamos en la prorroga, cuando los colores palidecen y el caminar se torna torpe. Tal vez sea así, cuando en esa cuenta atrás uno recuerda y pasa lista a los recuerdos por miedo a perderlos definitivamente… Quizá sea ese el instante en el que uno hace balance y se da cuenta del tamaño real de algunos momentos, de algunas palabras, de algunos gestos y, sobretodo, de esos suspiros y silencios que sin hablar, lo dijeron todo.
Nada importa demasiado ni las palabras ni la ausencia de ellas, cuando uno es capaz de mirar a los ojos, y comunicarse a través de ellos, cuando uno escucha con el corazón la poesía de la vida…
Como ya he dicho demasiado veces, estoy mejorando una novela (al escritor italiano Giorgio Bassani le costó 17 años antes de ser contento con su cuento "Lida Mantovani", un cuento que releo de vez en cuando) en que escribí (en una traducción mala): "...Aparecieron los ojos de mi abuela italiana, los veía cada vez más grande, como un close-up en una película. Ella no me miraba sino me penetraba [? miraba a través de mi? me travesaba?]. El espació se volvió cada vez más grande, fuera como yo veía la tierra desde el planetario y el tiempo y el espacio dejaron de jugar un papel [en la vida]."
ResponderEliminarLo que quiero decir, es que veo una semejanza con tu reflexión, que me gusta.
Un abrazo
Cada cual tiene que aprender que es la esencia que lo alimenta. Como esa flor que sobresale en un mar de sombras anochecidas. Enciende los ojos, y se apoya en las pupilas... Últimamente me encanta leerte
ResponderEliminarBesitos
Nacimos en la prórroga... ¿te parece poco?
ResponderEliminarbesos
El problema es que la vida nos empuja y no da segundas oportunidades, tenemos que captar la poesía cotidiana sin pensar en una prórroga que no siempre llega. Besitos.
ResponderEliminarPero que fluidez... tu inspiración debe ser contínua.
ResponderEliminarMe encanta éste escrito.
Te importa si te paso un premio que me han dado?
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