No es el punto final. Ni siquiera un punto y aparte. Es un punto y seguido en esta historia que aún le quedan capítulos por escribir. Desde lejos, con la mirada aséptica, todo se ve nítido en ese laberinto que sólo tiene un salida. Desde más cerca, cuando uno cruza la barrera de la piel, y uno se calza unos zapatos que no son los suyos, todo se ve más borroso. El miedo es el compañero de viaje en esas idas y vueltas, en ese ni contigo ni sin ti; y los sentimientos, ese fuego que se niega a apagarse, aunque la razón muestre la dinamita sobre la que camina.
Llueve y seguirá lloviendo. Dejará que la lluvia empape su piel y arrastré hacia el mar su autoestima sin buscar un refugio donde guarecerse. Seguirá deambulando en esa maraña que sólo ella conoce, empequeñeciendo en cada tic tac, callando y mirando hacia otro lado, cerrando los ojos con la esperanza de que al abrirlos, todo haya sido una simple pesadilla.
“Estoy bien” repite, como si al hacerlo se auto convenciese, y dibujará una realidad allí donde hay más sombras que luces… Demasiados puntos suspensivos que se suceden como un “más de lo mismo”, como puntas de iceberg imposibles de ocultar…
Es una marioneta movida por hilos invisibles de una mezcla con sabor amargo, un juguete roto que aún se mantiene en pie a la espera de un próximo enviste. Oye pero no escucha. Dice pero no hace.
Y sigue ahí, esperando como aquel que oye llover... Tal vez, aún no haya llegado su momento de abrir el paraguas y ponerse a caminar…