8.5.08

Playas de invierno

Te conocí cuando deambulaba por los días, arrastrando los pies y con la mirada perdida. Cuando los tonos grises se habían acomodado en la retina, y el brillo de la ilusión se había transformado mate. Eran amaneceres de resaca sin alcohol en sangre. Etapas con más sombras que luces. Viajes con billetes de solo ida y trenes que se alejan en el horizonte. Era el vértigo del miedo al caer al vacío, turbulencias frente a un acantilado.

Fueron paseos nocturnos en una playa sin arena. Postales sin sello ni dirección. Gotas de rocío que se evaporan con los primeros rayos de sol. Palabras vacías que el eco de las circunstancias las llenan de sentido y magia.


Te hallé cuando el hastío arañaba mis entrañas, sentado en un banco nevado de un jardín de invierno, dibujando filigranas con el aliento de tu respiración como un poeta urbano que llena de recuerdos los rincones olvidados. Y algo pasó contigo. No quiero echarte de menos, no quiero que el tiempo borre tu silueta de ese lugar. Quiero saber que tantas veces como vuelva, allí podré encontrarte, aunque no sepas que decirme, aunque no sepa que decirte; aunque el alma y el tiempo se nos escapen de las manos, y la nostalgia inunde nuestros silencios compartidos.

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