7.9.05
Fiestas de pueblo
Septiembre siempre tendrá marcado en rojo ese día, como aquel que se tatúa en el brazo “amor de madre”. Días de fiesta que se repiten cada año, aunque siempre con sabor diferente. Hitos que marcaban el final del verano, el retorno a las clases, a la nostalgia de unas vacaciones que parecían eternas y sin embargo, se acababan. Eran almendras garrapiñadas, cachabas de caramelo. Eran noches de vigía mientras la música sonaba y dianas al tardío amanecer. Juegos tradicionales, reencuentros y misas a las 12. Volteos y repiques de campana que suenan alegres como cascabeles. Vestidos nuevos y zapatos recién limpiados. Banderas que cuelgan de los balcones y cohetes que tocan el cielo. Castillos de aire. Luces de colores y verbenas. Sonrisas perennes en la cara, ilusión en la mirada. Brazos que rodean cinturas, cuerpos que se balancean al son de la melodía. Chocolate y bizcochos en la madrugada. Amaneceres que marcan la hora de irse a dormir…
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