Apenas si quedaban unos minutos para las seis mientras ella marcaba con su taconeo el tic tac del minutero de ese reloj que no avanza. De reojo, volvía a mirar la hora y frotaba sus manos. Su estomago era un nido de mariposas, un enjambre en pleno mes de mayo. Buscaba entre los transeúntes una figura difusamente conocida. Sentía que caminaba en lo alto por un alambre mientras cientos de miradas estaban fijas en ella. Intentaba calmar un nerviosismo, demasiado patente en cada gesto. Recolocaba una ropa cuya elección había sido muy estudiada. Repasaba mentalmente un discurso improvisado, que ya se ha aprendido de memoria. Recorría con su mirada ingenua rostros que parecían mirarla pero sin verla, y se preguntaba si alguno de ellos sería algo más que un espectador casual. Llegaba tarde, el reloj de la iglesia ya había dado sus campanadas.
El teléfono suena en un diminuto bolso que parece el escondite perfecto para ese artilugio. La ansiedad sube al cielo y desciende por las montañas mientras responde. Su cara dibuja una sonrisa mientras habla y habla. Su nerviosismo queda en un segundo plano. La conversación continua mientras una figura por su espalda avanza. Unas manos suaves se posan sobre sus ojos, unos labios que estampan un beso en su nuca mientras un susurro lanza una pregunta al aire: ¿me esperabas?
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Qué hermosa cita :)
ResponderEliminarQué bien descrita y cómo se me ha quedado el corazón esperando que por fin llegara...
Qué bueno tú.
ResponderEliminarY lo mejor de todo es que la contestación sería algo como: psss, acabo de llegar....