12.10.05

La señora Rosa

En mi niñez pasé muchos ratos en compañía de aquella anciana señora, que se pasaba las horas en la puerta de su casa tejiendo puntillas a ganchillo mientras el sol calentaba sus huesos. Era menuda y tenía la piel curtida por el sol y la vida. Aquella callejuela que separaba nuestras casas era el camino que recorría cuando iba a casa de mi abuela. ¡Cuántas veces me paré allí, a mirar embelesada como sus diminutos dedos tejían el hilo! ¡Cuántas veces fui a su encuentro cuando me sentía sola! ¡Cuántos ratos pasé a su lado jugando con mi muñeca!

Dicen que era una solterona, pero yo no lo recuerdo. Dicen que olía a vino, que era alcohólica, aunque yo nunca lo noté. Dicen que su casa estaba muy sucia, que apenas si tenía sabanas en la cama pero yo nunca subí a su hogar. Dicen que deshacía la puntilla por las noches porque no tenía dinero para comprar más hilo, pero yo nunca se lo vi hacer. Dicen que era pobre, pero yo sólo recuerdo lo cariñosa que era conmigo

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