Si. No. Si. No... Ya no quedan más pétalos que arrancar. Es hora de cargar con esa cajita donde se amontonan los objetos personales que traje y volver al despacho remodelado, de cerrar ese paréntesis en mi vida. Es como si este tiempo hubiese cambiado de medio de transporte y en lugar de arrastrar los pies hubiese volado. Pero solo, me siento torpe y mis alas, si alguna vez creí tenerlas, no soportan el lastre de mis circunstancias. No diré que fue bonito mientras duró, porque mentiría. Fue precioso. Maravilloso. Quizá los mejores momentos en esta mediocre rutina pero creo que debo dejar la partida incluso antes de haber comenzado a repartir las cartas. El dinero que me puedo jugar no me pertenece.
Las vacaciones han puesto cada uno en su sitio. Su silencio ha sido un jarro de agua fría, el empujón que me faltaba para abrir los ojos a una realidad que me negaba a ver…
Hoy de nuevo, una frase vuelve a la primera fila de mis pensamientos: a veces querer significa dejar partir
Javier
:( y qué opina ella? qué hable yaaaa!!! ;P
ResponderEliminarMe tienes con el alma en un vilo...
Un besico!
Siempre hay momentos de ida y de vuelta, de marcha y retorno, son cilos de la vida que se va hoy y mañana vuelve.
ResponderEliminarAunque yo se que hay cosas que no vuelven.
Un abrazo
Es una tierna historia llena de romanticismo pero con muchas pinceladas de realidad...
ResponderEliminarSiempre es un placer leerte y siempre que puedo lo hago aunque no deje huella de mi paso...
Besos mi cariño y amistad para ti...
Josephine
Qué post tan triste... que final tan lleno de lágrimas... sí, supongo que tu última frase lo explica todo, pero aclárame una cosa: cómo demonios sabemos cuando hay que dejar partir y cuando hay que seguir luchando a muerte por algo.
ResponderEliminarCreo que ahí está el dilema.
Estas cartas a veces me rompen....
ResponderEliminarBikos.
Este Javier no tiene remedio.....
ResponderEliminarEspero que en la historia, algún nuevo personaje con más vivencias, más experiencias y sabiduría le aconseje y le motive dándole el empujón que necesita para intentar hacer las cosas que desea, sin preocuparse tanto de como le saldrán y no conformarse con pasarlo mal, con ser un sufridor.